Al viejo, en este 1º de mayo.
La reciente medición de Aresco (Aurelio) única
encuestadora fiable de Argentina, confirma que los más presidenciables continúan
siendo los ubicados en las franjas que van desde la centroderecha a la derecha
explícita, es decir, Scioli, Massa, Macri.
Respectivamente, 36, 4%; 22, 1%;
30,3%. Entre todos suman 88, 8% del padrón. No parece un futuro cercano auspicioso
para el patriapueblo argentino …
Lejos de ellos, corriendo de atrás, Stolbizer con el 6,
7%. Sumado, 95, 5% del padrón. La aparición de Stolbizer en la pantalla, no mejora
las cosas. Sabemos que propone la dama y que piensan quienes la votan. Tampoco
ella califica. No perdamos tiempo.
Finalmente, todavía más atrás, Jorge Altamira con el
4,5%.
El caso argentino es muy especial, aunque el Imperio no
pueda permitirse descuidar ninguno de los tres países decisivos de su patio
trasero suramericano: Brasil, Venezuela, Argentina.
Muerto el Comandante Chávez, Venezuela recibió la primera
embestida cuando la elección de Nicolás Maduro. Todos recordamos la victoria
electoral y derrota política a través de la que llegó al gobierno. Sin embargo
los compañeros bolivarianos se recuperaron, recomponiéndose, a pesar de errores
políticos y algunas confusiones ideológicas, a la pérdida del Comandante y ahí
están, dando la pelea con dignidad. Los recientes ataques del gobierno yanqui y
antes, de la oposición interna, son consecuencia de esa tenaz resistencia bolivariana.
Sin descuidar Venezuela, el imperio se animó con Brasil.
Ya sabemos que Dilma zafó con lo justo y, en buena medida, porque Lula se puso
la campaña al hombro y quitó centralidad a la progresía de spa. Como antes
Maduro, también Dilma logró cruzar primera estirando el pescuezo. Pero a
diferencia de la experiencia venezolana, a las pocas horas adoptó el programa
de la dependencia, cedió a las exigencias de la oposición pro imperial. Brasil
es hoy un espacio en disputa, donde el PT y los movimientos sociales resisten y
el 18 queda muy lejos...
El caso argentino es muy especial, decíamos más arriba.
En Argentina la criatura directamente nacerá muerta. No existen opciones, ni
reales, ni cosméticas. Macri, Massa, Scioli, son el sueño del imperio. Con
matices, cada uno a su manera, pero la voluntad del imperialismo al fin. Si en
Venezuela el imperio perdió por poco y se ve en la necesidad de perseverar en
sus ataques para continuar debilitando el proyecto bolivariano; si en Brasil
perdió la elección pero a las pocas horas comenzó a imponer su programa, en
Argentina, ganar la elección e imponer el programa, irán juntos.
El Imperio prefiere a Macri. El problema pasa porque si
bien está hecho a la medida imperial y tiene votos, sin embargo, le falta pueblo.
Si no logra cerrar con el gangsterjusticialismo en la madre de todas las
batallas, la provincia de Buenos Aires, Mauri no llegará a ser totalmente
fiable para sus amos de afuera y de cabotaje.
A masita le falta horno, cocción; no parece ser 2015 su
momento. Pero pesa en la provincia. Ni Macri ni Scioli pueden ningunearle su capital
político. Los dos necesitan lo que tiene. Con Massa dentro o no, está por ver. Eso
dependerá de la política.
Para el imperio, Scioli es, podríamos decirlo así, el
sueño del pibe. Tiene votos, tiene pueblo, tiene estructura de control social,
esto es, neopejotismo: barones conurbanos, feudales provinciales, burocracia
sindical. Todo cierra. Pero, no obstante, el imperio desconfía. Hay ahí
demasiado pueblo para lo que suele tolerar su dieta ¿Qué pasará cuando le caiga
la ficha de que otra vez lo jodieron? El “Que se vayan todos” de 2001 todavía está
fresco. No deja de meterles miedo. Sobran árboles en las plazas de las ciudades
y columnas de alumbrado en las rutas argentinas…
¿Puede el FIT, quinto en carrera, ignorar este escenario,
sea para medir su anterior y actual desempeño, como también, para seguir
precisando su línea política? No parecería muy inteligente hacerlo. Tampoco
absolutizar la realidad como si no dejara margen de acción.
Quizá la punta del ovillo esté en preguntarse ¿A que
responde el actual momento de amesetamiento, de desaceleración de los procesos
regionales, particularmente en el caso argentino, el paso gradual del “Que se
vayan todos” al actual consenso, absolutamente mayoritario, que va obteniendo
la restauración conservadora?
Todo parece indicar que han llegado a su límite máximo,
las alianzas sociales y políticas construidas entre las pequeña y mediana
burguesía y el sufrido pueblo pobre cliente.
El bloque dominante, en Argentina las trasnacionales, los
terratenientes, los grandes grupos económicos locales, ha alcanzado un grado tal
de concentración y densidad, que se ha vuelto totalmente invulnerable a la
presión de sectores sociales con peso numérico (electoral), pero sin
contundencia social y política (por el lugar subalterno que ocupan en la
producción)
Para decirlo sin vueltas: no hay forma de profundizar y
evitar hundirnos, sin que, en la puja por la redistribución de la riqueza, ganen
centralidad la clase trabajadora y el conjunto de los asalariados, con sus
métodos de lucha. Esto es así para toda la región e imprescindible, para
Argentina.
Cuando fracasó la Alianza (ese verdadero adefesio
político), los actores involucrados eran la U.C.R., el progresismo de perfil
nac&pop y la transversalidad con raíces en la izquierda rosa y roja. En esa
alianza entonces, el fundamento donde descansaba el peso de la construcción, era
el radicalismo. Solo un milagro hubiera podido evitar el fracaso de la Alianza,
cuando la UCR cavernaria logró la hegemonía (De la Rúa)
Pero desde 2003, la construcción de unidad se da entre el
P.J., el progresismo de perfil nac&pop y la transversalidad satélite de origen
rosa y roja. En esta alianza, el fundamento principal, lo que soportó la carga
del edificio K, fue el pejotismo, es decir, la mayor estructura de
disciplinamiento social disponible en argentina. Si no terminó en un desastre
como la Alianza, fue porque la hegemonía (la dirección del Estado) estuvo en
manos de cuadros justicialistas del nivel de Néstor y Cristina. Ahora pasará a
quien es solo un compañero de ruta, Daniel Scioli, es decir que, los
justicialistas K, solo podrán actuar desde la periferia del Estado, no desde su
centro. Sin esa ventaja y sin verdadero arraigo e inserción en los sectores
decisivos del proceso productivo, el futuro, no se ve precisamente auspicioso
para el accionar político del kirchnerismo.
Resumiendo: la hegemonía pequeñoburguesa ya dio todo lo
que podía dar. En Argentina y en la región. La cosmovisión PyME de la vida; la
fantasía utópica del paraíso de la clase media, no da para más. Llegó a su
techo; hay que barajar y dar de nuevo, a partir de la organización política y
contundencia práctica de los trabajadores conduciendo a sus aliados naturales:
el pueblo profundo y la pequeña y mediana burguesía, para enfrentar al bloque
dominante y a todo gorila y zonzo que se cruce en el camino.
No hay más espacio, ni tiempo, para imaginar milagrosas
conversiones del progresismo a favor de resolver tareas democráticas
estructurales (y éstas solo serían el comienzo)
El verdadero milagro ya sucedió, durante 24hs. el pasado
31M, cuando la clase, a la vista de todos, para que ya nadie tenga dudas, convirtió
un día martes en feriado domingo. Y fue así, aún con la conducción de la
burocracia. Cabe preguntar entonces ¿Que no podría hacer con una dirección
sindical y política legítima y en alianza con los sectores populares con los
que naturalmente debe convergir?
La incipiente restauración conservadora, ciertamente impulsada
por el imperio y sus socios-gerentes vernáculos, a caballo de la crisis capitalista mundial (2008) y del debilitamiento del liderazgo regional tras las muertes de Chávez y Néstor y el fin de los gobiernos de Lula, tiene que ver con ese momento político
de transición, que va de la hegemonía pequeñoburguesa a la hegemonía obrera y
popular.
¿Puede el FIT proponerse conducir esa transición? Debe
proponérselo. Si podrá o no, la vida, es decir, la política, dirá.
Este año se cumplen 12 de reindustrialización,
lograda por el eficiente Proyecto K de democracia representativa,
neodesarrollismo con inclusión social, alineamiento preferentemente regional y
contribución a la construcción mundial de multilateralidad. Proyecto que,
estaría bueno no olvidar, reemplazó a la democracia semicolonial, la
devastación neoliberal y las relaciones carnales con el imperio.
Surgió así una nueva, joven y pujante clase
obrera que, por la buena gestión, primero de Néstor, luego de Cristina, no
tiene registro concreto de los siniestros tiempos en que el neoliberalismo
expulsó del sistema a sus padres, hermanos mayores, tíos, abuelos,
condenándolos a la marginalidad y desamparo absolutos.
¿Cómo piensa esta nueva, joven y pujante
clase obrera? Clase obrera a la que no pocos confunden con la virósica clase
media, como si zonzo y alienado fuese la única forma deseable de ser en el
mundo.
¿Sigue tributando a la dura o travestida,
vieja y nefasta burocracia? ¿Estará, en cambio, optando por desplegar sus
sueños en el camino sin salida de fundamentalistas partysectas? ¿Prefiere acaso
ser definitivamente interpelada, desde la
conducción estratégica del frente nacional, no como potente colectivo y si como suma de individuos ciudadanos?
¿O en su interior gesta, lenta, trabajosa
pero inexorablemente, una conciencia de liberación nacional y social,
antioligárquica, antimperialista, hacia la Patria Grande socialista?
¿Intuye su fuerza? ¿Que en las fábricas,
calles y plazas de la patria, su voz y puño poderosos resultan imprescindibles
para todo auténtico proyecto de liberación?
¿O serán los mascarones de proa de la
decadencia, como siempre entreverados en yunta promiscua, quienes continúen
hablando a nombre de la clase?
C.V.