Respetamos a
Rafael Correa y la Revolución Ciudadana.
No
obstante, creemos que va siendo hora de analizar por qué los impulsos
posneoliberales en la región, fueron siendo derrotados uno a uno. Ahora
claramente en Ecuador. Solo va quedando Bolivia y, con pronóstico reservado,
Venezuela (Cuba es otra cosa. Hubo una revolución que dio lugar al primer
pueblo y territorio liberado de nuestramérica. No se puede comparar)
A
ésta altura no parece serio justificar diciendo que a "la gente" le
empezó a ir mejor –a veces directamente bien-, entonces se aburguesó y terminó
votando cualquier cosa.
Las
experiencias posneoliberales no fracasaron porque fueron fan-tas-ti-cas. Se
fueron agotando precisamente cuando el viento de cola comenzó a golpear de
frente. Levantaron el pie del acelerador y nunca se plantearon orientarse a la
resolución de los temas estructurales impostergables.
Las
alianzas políticas entre las pequeñas y medianas burguesías con el sufrido
pueblo pobre (muchas veces cliente), se mostraron impotentes para “ir por
todo”, desafiando abiertamente a las trasnacionales, las burguesías
terratenientes y los grandes grupos empresarios locales. No solo no los
enfrentaron consecuentemente. Pactaron con ellos aduciendo que era posible
ganarlos para un proyecto nacional de desarrollo.
Nunca
fueron experiencias de democracia popular, desde las cuales se hubiese podido
neutralizar a esas oligarquías dominantes.
Tampoco
se plantearon la liberación nacional, promoviendo reformas agrarias integrales
y recuperar (o en muchos casos alcanzar por primera vez) la independencia
económica.
No
se dieron pasos efectivos hacia una auténtica integración regional que apuntase
a la creación de un mercado común de la patria grande para 600 millones de
ciudadanos consumidores.
Ahora
bien, si no se hizo –ni siquiera se planteó o simplemente pensó- en condiciones
muy favorables y muchos años de gestión (Una década en el siglo XXI, con el
actual desarrollo de la revolución científica, técnica e informática es un
plazo amplísimo. Y muchos gobiernos estuvieron más que eso) ¿se puede entonces
pensar que a futuro lo harían con viento de frente y en el marco de una
furibunda crisis capitalista mundial que parece estar muy lejos de resolverse
en un nuevo ciclo de crecimiento?
La
única verdad es la realidad. Una realidad agobiante y devastadora, a la que
solo cabe oponerle un proyecto de liberación que permita transformarla en favor
de las mayorías populares. Desde cada patria chica, pensando en la integración
regional.
Proyecto
de liberación que excede la hegemonía de la alianza política de la pequeña y
mediana burguesía y pueblo pobre, clásica de las movidas posneoliberales
recientes. Requiere la centralidad de la clase obrera y el conjunto de los
asalariados; en alianza si, con el pueblo pobre y aquellos sectores de la
pequeña y mediana burguesía menos parasitarios, los más interesados en sostener
un modelo productivo nacional-latinoamericano.
Es
hora, en toda la región y particularmente en Argentina, que los sectores
nacionales y populares de pequeña y mediana burguesía abandonen los falsos
paradigmas diet y retomen las ideas del nacionalismo popular revolucionario,
integrándose desde allí a esa alianza para la liberación junto con los
trabajadores y el pueblo pobre.
A
la vez, es necesario que el socialismo revolucionario, la izquierda de raíz
internacionalista, abandone las –muchas veces intrascendentes- políticas
testimoniales. Regocijarse tirando piedras a los techos solo lleva a la
frustración política.
Desde
el Nacionalismo revolucionario y el socialismo revolucionario, se debería
comenzar a pensar y trazar los caminos al poder. En la etapa, golpeando juntos,
aunque se continúe marchando separados.
Y
ambos entender que la centralidad de la construcción, pasa por los
trabajadores, prestando especial atención al movimiento obrero, donde existen
cuadros valiosos con capacidad de conducción y alta representatividad. En toda
la movida regional, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, seguramente tendrán la
mayor responsabilidad, porque es en ese cono sur donde existe la mayor
concentración obrera, con una larga historia de lucha enfrentando a las
respectivas oligarquías dominantes.
No
es necesariamente así en el resto de la región, donde se tejen alianzas
políticas con características varias, auténticamente vernaculizadas,
adaptándolas al entramado de clases y sectores disponibles en cada lugar. Pero
no debería ser el caso del cono sur, donde la clase obrera y los trabajadores
asalariados, son la fuerza decisiva, por su número, concentración y,
especialmente, el lugar que ocupan en la producción.
CA