martes, 14 de octubre de 2014



En alguna oportunidad di mi opinión, respecto que Carlos Heller podía ser el dirigente que, luego del diluvio implosivo de las socialburocracias del Este, con sus inevitables consecuencias para las izquierdas clásicas de todo el mundo, por lo tanto, también de Argentina, fuera capaz de perfilarse como importante referente de un espacio de izquierda nacional, popular, democrática y nuestramericanista, en perspectiva postcapitalista, del siglo XXI, que contribuya a sacarla de la mediocridad y ostracismo que viene de mucho mas lejos que el momento de relanzamiento de la democracia semicolonial (1983), la caída del muro (1989) 
o la liquidación por quiebra de Urssia y Asociados (1991)


Heller podría aportar mucho a ese proceso de evolución de la izquierda clásica argentina. No es un salame, al contrario, tiene cabeza y mucha capacidad de gestión. Habría que ver si como político, puede estar a la altura, sumando su capacidad a una reconstrucción general, y su perfil, a la ciudad, donde realmente se siente cómodo y sus maneras están en concreto adaptadas.


En los últimos tiempos, a medida que el proyecto K se fue licuando peligrosamente -probablemente de forma irreversible- también Heller fue perdiendo identidad, desde el interior de Nuevo Encuentro, convertido en espacio transversal mesiánicamente satélite de Balcarce 50, 
conducido por Martín Sabatella.

El satelismo parece ser una enfermedad genética, insuperable, de las izquierdas clásicas, en cualquiera de sus expresiones históricas y presentes.

Heller podría jugar otro papel, distinto del que expresa su joven y talentoso amigo político. 
Entiende el juego. Nada más, no está leyendo bien el partido. Es solo eso. 
Ojalá que acierte con los cambios y modifique la táctica a tiempo.

C.V.

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