Cristianismo originario y No Violencia
Este es un texto importante del maestro Adolfo Pérez Esquivel. De su libro “Caminar junto a los pueblos”. No refiere específicamente a la Navidad, pero si al auténtico cristianismo.
El texto de A.P.E., hace evidente que, no es cristiano el que quiere, sino el que puede. Que no es para cualquiera vivir conforme a la solidaridad incondicional y no violencia absoluta que el Cristianismo originalmente propuso. Un camino de puro amor. Por eso ser auténticamente cristiano es una conquista, no una herencia.
Para reflexionar, en esta Navidad.
C.V.
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"En los Hechos de los Apóstoles vemos crecer el germen y fermento de una sociedad nueva: ellos comparten sus necesidades, su trabajo y servicio, su compromiso y oración con la comunidad. Los primeros cristianos no fueron víctimas pasivas, a las que los romanos conducían al matadero del Circo para diversión del Emperador. Fueron perseguidos y reprimidos porque el imperio comprendió la fuerza liberadora de ese movimiento de Fe que al crecer ponía en peligro al Estado. Los cristianos cuestionaron las injusticias y las enfrentarona la luz de la Fe Crística. No se dejaron doblegar y la resistencia de las catacumbas salió a la superficie y poco a poco se fue afirmando en amplios sectores sociales.
Para los primeros cristianos las opciones estaban claramente definidas en los primeros siglos. Vivieron y actuaron con la no violencia como forma de vida y según la comprensión y los valores de las palabras de Cristo.
Estos ejes comenzaron a cambiar cuando el Emperador Constantino en el año 313 se convierte al cristianismo y lo proclama la religión del Imperio. A partir de este hecho la relación entre la Iglesia y el Estado es cada vez más importante y se produce una creciente influencia del Imperio en la Iglesia.
Hildegard Goss-Mayr, en su libro “Evangelio y lucha por la Paz” explica cómo: “cuando los cristianos se hallaron en puestos de gobierno y grandes responsabilidades, tuvo que formularse una política con arreglo al espíritu y las exigencias del Evangelio. Es ahí donde surgieron las traiciones, dado que comenzó a identificarse cristianismo e imperio romano. El problema se agravó cuando estallaron en el interior del imperio las luchas por la liberación, y sobre todo cuando las tribus germánicas invadieron el imperio.
Se planteó entonces la cuestión: ¿Cómo reaccionar ante la invasión de los bárbaros? Fue frente a esta situación política cuando San Agustín (354-430) formuló por primera vez las premisas del “Bellum Justum” de la teología de la violencia justificada: en determinadas circunstancias, estaría permitido a los cristianos defender militarmente el imperio contra los invasores… Razón por la cual formuló unas condiciones rigurosas:
1.- Tenía que tratarse de una guerra defensiva.
2.- Tenía que ser objetivamente una causa justa.
3.- Los civiles debían ser protegidos.
4.- Los sufrimientos causados por la guerra debían ser inferiores a los de la situación creada.
Esta teología fue desarrollada por Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, y después por Vitoria. Hasta Pio XII, los teólogos añadieron otras limitaciones al “Bellum Justum”, especialmente frente a la guerra moderna.
No obstante hay que ver con claridad que, a causa de esta primera justificación de la guerra por San Agustín -basada sobre el derecho natural y la concepción de la Pax Romana, y que es contraria a la no violencia de Jesús- nuestra teología cristiana se retrotraía a la posición del Antiguo Testamento, en virtud de la cual volvíamos a dividir otra vez a los hombres en amigos –a los que hay que proteger- y enemigos –a los que se puede matar-, exactamente lo contrario a lo que Cristo vino a revelarnos”
El texto de A.P.E., hace evidente que, no es cristiano el que quiere, sino el que puede. Que no es para cualquiera vivir conforme a la solidaridad incondicional y no violencia absoluta que el Cristianismo originalmente propuso. Un camino de puro amor. Por eso ser auténticamente cristiano es una conquista, no una herencia.
Para reflexionar, en esta Navidad.
C.V.
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"En los Hechos de los Apóstoles vemos crecer el germen y fermento de una sociedad nueva: ellos comparten sus necesidades, su trabajo y servicio, su compromiso y oración con la comunidad. Los primeros cristianos no fueron víctimas pasivas, a las que los romanos conducían al matadero del Circo para diversión del Emperador. Fueron perseguidos y reprimidos porque el imperio comprendió la fuerza liberadora de ese movimiento de Fe que al crecer ponía en peligro al Estado. Los cristianos cuestionaron las injusticias y las enfrentarona la luz de la Fe Crística. No se dejaron doblegar y la resistencia de las catacumbas salió a la superficie y poco a poco se fue afirmando en amplios sectores sociales.
Para los primeros cristianos las opciones estaban claramente definidas en los primeros siglos. Vivieron y actuaron con la no violencia como forma de vida y según la comprensión y los valores de las palabras de Cristo.
Estos ejes comenzaron a cambiar cuando el Emperador Constantino en el año 313 se convierte al cristianismo y lo proclama la religión del Imperio. A partir de este hecho la relación entre la Iglesia y el Estado es cada vez más importante y se produce una creciente influencia del Imperio en la Iglesia.
Hildegard Goss-Mayr, en su libro “Evangelio y lucha por la Paz” explica cómo: “cuando los cristianos se hallaron en puestos de gobierno y grandes responsabilidades, tuvo que formularse una política con arreglo al espíritu y las exigencias del Evangelio. Es ahí donde surgieron las traiciones, dado que comenzó a identificarse cristianismo e imperio romano. El problema se agravó cuando estallaron en el interior del imperio las luchas por la liberación, y sobre todo cuando las tribus germánicas invadieron el imperio.
Se planteó entonces la cuestión: ¿Cómo reaccionar ante la invasión de los bárbaros? Fue frente a esta situación política cuando San Agustín (354-430) formuló por primera vez las premisas del “Bellum Justum” de la teología de la violencia justificada: en determinadas circunstancias, estaría permitido a los cristianos defender militarmente el imperio contra los invasores… Razón por la cual formuló unas condiciones rigurosas:
1.- Tenía que tratarse de una guerra defensiva.
2.- Tenía que ser objetivamente una causa justa.
3.- Los civiles debían ser protegidos.
4.- Los sufrimientos causados por la guerra debían ser inferiores a los de la situación creada.
Esta teología fue desarrollada por Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, y después por Vitoria. Hasta Pio XII, los teólogos añadieron otras limitaciones al “Bellum Justum”, especialmente frente a la guerra moderna.
No obstante hay que ver con claridad que, a causa de esta primera justificación de la guerra por San Agustín -basada sobre el derecho natural y la concepción de la Pax Romana, y que es contraria a la no violencia de Jesús- nuestra teología cristiana se retrotraía a la posición del Antiguo Testamento, en virtud de la cual volvíamos a dividir otra vez a los hombres en amigos –a los que hay que proteger- y enemigos –a los que se puede matar-, exactamente lo contrario a lo que Cristo vino a revelarnos”
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