lunes, 22 de septiembre de 2014


Es cierto que también ayer jugamos mal en defensa. Siempre jugamos mal en defensa. Pero contra River es suicida.

Sin embargo no es que jugamos mal solo en defensa. El equipo no jugó a nada. Estuvo apichonado, sin alma, directamente ausente. No fue al Monumental. Hubo mérito innegable de River. Pero mucho defecto nuestro.

Tampoco el tema es principalmente que perdimos. Ni siquiera el resultado 
4 - 1. Aunque el resultado diga mucho. Lo principal, es cómo perdimos. 

La defensa juega mal, pero el resto del equipo no se la hizo (no se la hace) precisamente fácil. Independiente fue un equipo lento, sin ideas, previsible. River manejó el partido como quiso. Con la autoridad del maestro respecto del alumno.

Eso actualmente es inaceptable. Actuaciones como la de ayer, lastimosas, de cobardía deportiva, no pueden permitirse. Hay que ser tajantes. Pertenecen a otra etapa del club que, por respeto a la historia y al hincha (al hincha que se respeta) debe quedar atrás.

No son cosas que se pueden cambiar por decreto. Pero se pueden enfrentar con legítima autoridad. Y tomar las decisiones necesarias para erradicarlas. Firmes y dignos, se gane, empate a pierda, es el piso de exigencia. De ahí a la gloria deportiva, el techo. Es inaceptable cualquier otra actitud profesional. Hay plantel para no regocijarse en la mediocridad.

El cuerpo técnico no es ajeno a este desempeño lamentable de ayer. Tampoco a otros anteriores. Pero claro, contra algunos rivales, se nota más. Contra River, fue blanquear las fragilidades.

Lo mejor que pueden hacer ahora, tanto los jugadores como el cuerpo técnico, es callar. O hablar solo para pedir las necesarias, breves disculpas y seguir trabajando con humildad, en silencio.

No estaría mal, a modo de sincera autocrítica que todos, jugadores y cuerpo técnico, donen sus honorarios de la fecha que, calculo, en varios casos no deben ser monedas, para alguna causa humanitaria; un comedor, hospital. Incluso obras imprescindibles que el club esté necesitando después de la devastación que padeció los últimos veinte años y especialmente durante la última gestión.

No cambiaría el resultado ni la imagen deportiva. Pero sería un gesto que los reconciliaría con el hincha y la ética. Mostraría que estamos en el buen camino, en la búsqueda sana. No estaría mal. No sería poco.

C.V.

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