domingo, 21 de septiembre de 2014




 Hoy vamos a jugar uno de los dos clásicos. El otro es con Boca. Para nosotros, decir clásico, es hablar de la porfía futbolera entre los tres más grandes de Argentina.


Con River es una disputa por el paladar negro, afirmándonos en el camino del "buen pie y pelotas". Picapiedras abstenerse.

Ambos llegamos entonados. River, más armadito, más a punto. Nosotros, en construcción. No importa. Hay que salir a jugar con actitud y buscando la victoria deportiva, por el camino futbolero que el técnico tiene en su cabeza e intenta concretar en juego colectivo. Jugadores hay. Para la media local, estamos más que bien.


Sin regalarse, sin suicidarse, hay que buscar el partido con respeto por la historia de Independiente, por el rojo de las grandes épocas. 




La decadencia, institucional y deportiva, parecería que empieza a quedar atrás. Se están haciendo reales intentos en esa dirección. Que el partido de hoy en el Monumental, 
sea un paso más hacia ese objetivo.


Hoy los jugadores, prácticamente solos con su coraje deportivo y capacidad técnica y, no es poco, vistiendo una camiseta pesada, cargada de copas y hazañas, de visitantes, con 70. 000 millos en las tribunas, tendrán la oportunidad de meterse en la historia, en la historia grande de Independiente. Como dijera el gran Obdulio, “En la cancha somos once contra once y los de afuera son de palo”.


Muchachos, a jugar a la pelota. A disfrutar este juego deportivo profesional. A recuperar la historia grande del club. La identidad. A ganar.

C.V.



Puede parecer agresivo, o chicana, referenciar los clásicos entre los tres más grandes y no mencionar a nuestros primos de Avellaneda. No es esa la intención, desde ya.

De los millos ya hablamos. Quizá sería justo agregar que en esa historia, la paternidad millo es un hueso duro de pelar. No importa. La vida sigue. Hoy podemos achicar la diferencia. Y seguir trabajando seriamente para revertirla.

Con Boca la porfía es exactamente la contraria que en el clásico con River. Es el enfrentamiento deportivo entre dos estilos, ambos de fútbol, “entre la fuerza y el talento”, se decía hace muchos años. No era tan tajante la cosa, pero algo de eso había. 

Durante muchos años, la paternidad fue nuestra. Luego, cuando entramos en esa larga agonía que hoy queremos dejar definitivamente atrás, los números se dieron vuelta. 
Habrá que ver como sigue la historia.


¿Y Racing? Racing son nuestros primos, nuestros vecinos, el clásico de barrio. No da para clásico; siempre fue un encuentro familiar. Solo una historia, también de decadencia, que asoló la patria, pudo llevarnos con ellos a antagonizar en los actuales términos 

¿Cómo se puede antagonizar, cuando en una familia hay hinchas de ambos equipos. Por ahí, un padre rojo y una madre académica. Y los hijos mezclados en las preferencias 

¿Cómo odiarse entre vecinos, que en el resto de los días, compartían todo? La vereda, la calle, la barra de la esquina, el almacén del barrio, la escuela, el laburo, la huelga, la resistencia...

Menos odiarlos nosotros a ellos, que casi siempre les ganamos. 

No, con Racing no puede, no debe ser un clásico a secas. Mucho menos, uno con sangre y desde el odio. Tiene que volver a ser el clásico de barrio. 

Cuando logremos extinguir estructuralmente las causas de la frustración nacional, las aguas encontrarán su equilibrio. Ya no habrá enfrentamientos entre hermanos, ni siquiera en el plano deportivo. Ese es el camino. Por ahí va la cosa.

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