martes, 2 de septiembre de 2014



Las proyecciones cartográficas -que existen en gran número y facilitan alcanzar objetivos específicos, por ejemplo, técnicos, comerciales, políticos, etc.-,  son funciones matemáticas complejas que permiten realizar la representación (transformación) de la esfera al plano.

Aún así, nunca podrán conservar todas las características de la realidad.
En el pase al plano, serán inevitables las deformaciones (distorsiones)

Es clásico el ejemplo de la mitad de la cáscara de naranja que, al aplastarla, se rompe o deforma, siendo, sin embargo, el método que permite obtener un mapa continuo.

Un mapa siempre incide sobre la manera de visualizar y entender el territorio y, por lo tanto, contribuye a la construcción, soberana o satélite, de identidad nacional.

El mapa Bicontinental de la República Argentina (Ley 26.651 – Año 2010) es un claro aporte a esa construcción soberana, priorizando un concepto geopolítico y considerando realmente su propio espacio como Estado.

También, el mapa Planisferio confeccionado por el IGN – Instituto Geográfico Nacional, que prioriza a Suramérica, la región, en el contexto de la UNASUR e incluye las 6 bases antárticas permanentes argentinas y el derrotero de las 2 expediciones oficiales de nuestro país al Polo Sur, destacando así nuestra presencia sobre la Antártida.

Además, atendiendo a que “en la geografía y el espacio no hay arriba, ni abajo, ni izquierda ni derecha, entonces la ubicación de los polos y meridianos es absolutamente convencional y la mirada sobre los mismos también (…) la propuesta del IGN para enriquecer el debate es presentar no solo al nuevo mapa planisferio, sino también una variante particular que representa al Polo Sur en la parte superior del mapa”.

C.V.

Escrito de Claudio Veiga para el curso 
Cartografías del poder y geopolítica del conocimiento, Escuela de Defensa Nacional, Instituto Geográfico Nacional, Ministerio de Defensa de la Nación Argentina.

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