miércoles, 9 de julio de 2014



Para nosotros el mundial empieza hoy.

A la fase de grupos no se la puede tomar muy en serio, de tan accesible que resultó por sorteo. Hasta llegamos a pensar que Pancho había movido sus celestiales influencias para despejarnos la zona de arranque.

En la misma línea de suerte, también pasamos por octavos y cuartos donde tampoco nos tocaron rivales de verdadero nivel.

Seamos sinceros, Holanda será el primer buen equipo que enfrentemos en este mundial.

Sin embargo, esta Holanda no es alguno de aquellos grandes equipos holandeses que hicieron historia. Incluso en este mundial fue, casi imperceptiblemente, de mayor a menor. Arrancó contra España onda mecomolochicocrudo pero con los partidos se fue desflecando. Aunque a su favor hay que decir que le tocó medirse con Chile, México y la sorpresa tica. Transpiraron los naranjas para llegar hasta aquí.

Con los partidos se fue haciendo evidente que su ventaja diferencial pasa por el pelado correcaminos que, efectivamente, es un jugador de cuidado. No exquisito. Necesita espacio para levantar velocidad. En espacios reducidos mucho no sabe.

Es frecuente que en la corrida clave el freno y el rival pase arando y se estrelle contra los carteles. Pero para explotar, de salida, necesita espacio o choca. Las pide todas, va por todas, se queja todo el tiempo, no se rinde nunca y lanzado en carrera, es muy peligroso.

No tienen muchas más individualidades que el pelado, para hacer la diferencia (Ah, si. El arquero suplente que ataja penales. Ojo con el grandote si no resolvemos en los 120) Son jugadores con buen manejo técnico, pero que individualmente no pesan. Hoy sabremos si aparece algún tapado.

Sin embargo, aún sin brillar, Holanda tiene oficio. Mejor o peor, juegan siempre igual, fieles a su escuela. Responden disciplinadamente -como perros de Pavlov- a su ADN mecánico.

Su estilo no anda con demasiadas vueltas. Su principal –irrenunciable- objetivo es ganar. Pasarlo por arriba al rival. Eso si, ordenaditos... A veces incluso, con buen juego. Y si olfatean vasopresina, se excitan. Ojo si a alguno se le ocurre la loca idea de tratar de aguantar, salir a especular contra los Van Gaal. Si nos descubren apichonados, nos comen al horno con papas.

Sin regalarnos, tácticamente prolijos, lo saludable sería buscar el arco de enfrente. Única manera de mantener ocupado al rival, para impedirle darse cuenta de lo fácil que es –o fue hasta ahora- atacarnos y encontrar espacios y oportunidades cerca de nuestro arco; en realidad, apenas cruzada la frontera de mitad de cancha.

Que quede claro: a esta altura no estamos pidiendo que la selección juegue bien, es decir, que gane, guste y golee. Que muestre eficacia a favor de la belleza. Que juegue a la pelota. A esta altura es medio utópico pretender eso.

Simplemente, reconociendo nuestro presente deportivo, pedimos hacer lo que aquí y ahora es justo y necesario. Nada más (Nada menos) Por lo tanto, no nos parece excesivo pedir audacia, la mayor inteligencia táctica posible y aprovechar todo el buen pie disponible ¿Que menos que esto se puede pedir a la potencia futbolera que somos?

Nuestro desempeño en el mundial fue imaginado con –especialmente- Messi, y también Agüero, Di María e Higuain aportando su magia y los otros siete ocupándose de la recuperación y de asegurar que la pelota llegue redonda a los cuatro magníficos. En los papeles, no estaba mal. Hubiéramos disfrutado a lo grande, si salía.

Pero esta propuesta, ya no es viable. Lo poco que jugaron juntos, mostró que estaban apagados (y lejos de encenderse) Por lesiones, por fatiga, por exceso de kilos, por depresión, por lo que sea, no funcionó. Además, ahora es imposible porque el fideo no puede jugar, aparentemente el Kun no está totalmente listo, el pipa recién –parecería que- está volviendo y Lío no es Lío, aunque nos haya regalado momentos de su juego sagrado y principalmente por él, nos hayamos metido en semis (y, confiemos, en la final)

Ahora, hay que tratar de ser un poco mas equipo. Cosa complicada, si la hay, empezar a serlo en semis, cuando en ningún momento del mundial, ni antes, lo fuimos. Pero las cosas están así. Es la parada que tenemos delante.

Buenos jugadores, hay. Algunos por encima –lejos- de cualquier rival. La fragilidad colectiva no debería ser un obstáculo insalvable. No hay razón para que fatalmente lo sea. Argentina con los jugadores disponibles, puede pararse corta y ancha, meter presión hacia adelante, asegurar la pelota, pegar solo lo necesario, raspar únicamente hasta los límites de lo reglamentariamente tolerable o apenas un poquito más y habilitar en zonas francas a sus mejores jugadores. Así a Holanda se le haría muy difícil; casi imposible.

Claro que eso requiere un nivel de concentración en el juego, total. Evitar el boludeo diletante o distraerse peleando con árbitro y líneas, por ejemplo.

Hay jugadores para plantear el partido así. Respetando al rival, pero primero confiando en la propia capacidad.

En cambio, si sobrestimamos o subestimamos a los naranjas, se nos puede complicar mal (Pensemos en Brasil-Alemania, hace horitas nomás)

Podemos ganarle a Holanda y pasar a la final. Pero no es solo cuestión de huevos y meter. Esto es fútbol. Un juego deportivo profesional. Ni en la guerra alcanza con meter e ir al frente.

Vayamos por más. Y el domingo 13, por todo. Se puede.

En cualquier caso, habrá tiempo después para analizar actuaciones. Lo hecho y las deudas. Si es tan absurdo que un país con una cantera inagotable de valores deportivos (Nuestro pibes nacen con una pelota bajo el brazo) pretenda formalizar una escuela de talentos respetuosa de su ADN, históricamente forjado en el potrero, las plazas y las calles, en lugar de conformarse con un marco conceptual más a tono con el manejo de un haras.

Preguntarnos a quien beneficia la pérdida de identidad. Si a nuestros pibes, al jugador de raza, al juego de la pelota y al hincha auténtico, o a la FIFA Y AFA NOSTRAS, a los dráculas intermediarios, a la prensa canalla, a las lacras bravas y a una élite de jugadores supermillonarios a los que ya poco o nada importa el sentimiento de la tribuna.

Esos a los que después hay que escucharles la ya insoportable letanía del “Pusimos todo”.

C.V.

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